sábado, 13 de noviembre de 2010

RODÁLIA


Una botella de Cheval Le blanc de 1947 es tomada con mucho cuidado por las manos de un mesero. La brillante botella es desfilada en un vaiven producido por los pasos de quien la carga, reflejando con su cuerpo todo lo que ve a su alrededor: Una luz amarilla de pequeñas lamparas que iluminan varios puntos del salón lo suficiente como para dejar espacio a la oscuridad, creando así un ambiente acogedor de claros oscuros en medio de copas de vino, cubiertos de plata, muebles de cuero y la madera que cubre el piso. La botella termina su viaje al llegar a una mesa rodeada por dos hombres bien vestidos y uno de ellos acompañado de una mujer que parece modelo. El mesero sirve delicadamente el vino en tres copas. deja la botella y se va.

-Señor Alba, ¿no prefiere que tratemos esto en privado?
-Camila puede quedarse, su prescencia no tiene porque incomodarnos.

Raúl la mira con una mezcla entre deseo y sospecha, cosa que demuestran sus sejas al juntarse. Los ojos de la mujer responden con una mirada vacia, como la de una porcelana; bella por fuera pero sin nada adentro.

-Aquí están las pruebas, fotos, grabaciones, transacciones –dijo Raúl empujando con una mano a la que le hace falta el meñique, un folder azul oscuro lleno de papeles.

Victor Alba huele la copa de vino, lo bebe lentamente y lo saborea casi cerrando los ojos. Después de regresar del pequeño trance, deja la copa de vino y estira el brazo para alcanzar el folder azul. Raúl observa la impavida expresión de Victor mientras observa el contenido de la carpeta, como queriendo encontrar una señal de sorpresa sin éxito. Camila, la mujer, se bebe la copa de un solo sorbo y se desliza debajo de la mesa, dejándolos finalmente sólos. Raúl decide alejarse de ese silencio incómodo y enfocar su atención a los violines de Johan strauss que suenan en lo mas profundo del salón. La inmutable espresión medio solemne y  medio fria de Victor no cambia al dejar de leer el folder en la mesa.

-No me quedan dudas de tus afirmaciones –dice Victor, volviendo a traer la copa hacia su boca.
-Entonces, ¿que quiere que haga?
-Sabes que me gusta el cine.
-Si.
-¿Recuerdas esa pelicula rusa del hombre que trabaja en una procesadora de alimentos?
-No, señor.
-No importa. Era la historia de un hombre pobre. Como casi todas las historias. La cosa es que el tipo este era un violinista frustrado y el único trabajo que había conseguido era en una fábrica de alimentos, donde hacen todas esas carnes embutidas, salchichas y esas cosas. El único escape que tenía el hombre era que todas las noches tocaba el violín. –hace una pausa, toma otro poco de vino y continúa- Como no tenía plata le tocó irse a vivir a un apartamento más barato, el tipo dio con un lugar no tan indeseable y contunuó con su rutina. ¿Me estas poniendo ciudado?
-Si, claro que sí.
-Una nueva vecina, una anciana amargada le estaba empezando a hacer la vida imposible, porque cada noche que él tocaba, la vieja empezaba a golpear la pared con su escoba. La maldita anciana lo hacía perder la concentración. Su único momento de vida estaba empezando a morir por culpa de esa vieja.

En ese momento se acerca el mesero y vuelve a llenar las copas de fino líquido.

-Este tipo tuvo un día de mierda en la fábrica y esa noche decidió tocar el violín sin que nada lo interrumpiera. La anciana hizo lo suyo pero el tipo no hizo caso. Bueno me estoy extendiendo mucho. –Dijo esto y se inclinó un poco hacia la mesa mirando fijamenta a Raúl- La cosa es que la vieja al otro día se metió a su casa y destruyó el violín, el tipo en un arranque de cólera tomó una de las cuerdas del violín y ahorcó a la anciana. Aquí viene lo interesante de la película. ¿cómo se iba a deshacer el tipo del cadáver? ¿ah, como?
-No tengo la menor idea.
-El tipo era violinista, pero también era carnicero, ¿recuerdas?
-La vieja vivía sola, él descuartizó su cuerpo en el baño de ella y en varias bolsas llevó su cuerpo a la planta. ¿Lo ves ahora?, la anciana quedó mezclada con cerdo, vaca y quién sabe que otras cosas.
-¿Y como termina la pelicula? –dijo Raúl
-El final es muy bueno, pero en éste caso el final no es importante, ¿me entiendes?
-Si señor.
El mesero trae una caja de puros y una de cigarros. La de puros se la ofrece a Víctor, escoge uno, lo huele, le corta la punta y lo enciende con un cerillo de madera. La de cigarros se la ofecea Raúl, que toma cualquiera y le prende fuego con un encendedor. Los dos empiezan a fumar como si necesitaran calmar la tensión que deja un hecho que aún no ha sucedido. Una pareja de otra mesa mira mal a Victor y empieza a tocer, la mujer dice algo como –Aquí no se puede fumar, señor- inmediatamente un mesero llega con dos hombres a la mesa de los incómodos y les piden que se vayan. Camila, la mujer, vuelve de debajo de la mesa limpiando su boca con el dorso de la mano y mira a Victor. Victor la mira y le dice:
-Lárgate.
-Entonces señor, –Dice Raúl dando una calada al cigarrillo- donde quiere que lo hagamos.
-En Rodália. -Victor da una calada a su puro- La embutidora de mi familia.
Los dos exhalan humo.

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