miércoles, 13 de abril de 2011

LOS ORGASMOS DE LA TIERRA


Muy en el fondo, lejos de la superficie, donde la luz pierde toda su velocidad, se reúne un enorme grupo de cetáceos. Azules, grises y de Groenlandia; cachalotes y francas australes, Rocuálos y uno que otro narval  empiezan a nadar en círculos al rededor de un solo punto. Nado sincronizado donde cada uno de estos seres alados es parte del baile y parte de la orquesta a la vez. Violines, violas, violonchelos, contrabajos, trombones, flautines y clarinetes nadan con calma pero con fluidez. Poco a poco a la orquesta se le suman más instrumentos: segundos violines, flautas y fagotes. Sinfonía líquida, lenta pero más larga que los hilos de luz, que llegando al fondo del agua se ahogan. Los violines mueven sus colas con más fuerza, avanzan con más velocidad, sus notas alteran las olas profundas que aún no son olas. Los siguen segundos violines y las violas y los clarinetes y los contrabajos y se suman tambores y tubas y la música pierde su calma en un creccendo inminente, que acelera los latidos del mar, y cada cosa que existe en él entra en éxtasis y en pánico. En el centro, el remolino  empieza a crecer y a crecer y todo lo que está arriba es llevado abajo, más abajo de lo profundo. El océano abre su mandíbula y el mundo grita, y la música sigue y sigue. Acelera la música, más rápido, más caótica y más bella. La gran boca del mar toma fuerza propia y todas las ballenas se dejan llevar, y así sin resistirse se funden unas con otras en una gran ballena que crece y se hace mas grande, robusta y al tiempo es llevada al fondo. Cuando toca el lecho, la tierra se la traga de un gran mordisco y la música desaparece dejando un sonido sordo y el remolino pierde fuerza. Ahora es sólo agua sin poderes. El tiempo cesa donde nunca hubo tiempo. Burbujas, algas, la luz planchando las olas de nuevo, y cuando todo había dejado de pasar, se abre la tierra del fondo, rocas fundidas, rojas y negras, sangre fluorescente, una enorme herida cada vez más abierta. La gran ballena hecha de todas las otras ballenas, con cientos de aletas, ojos y espiráculos, emerge de lo profundo, pero ahora es de piedra, rocas, llamas y ceniza que sube con fuerza agitando su poderosa cola. La reciente calma que adquirió la superficie desaparece. Del agua se eleva el enorme cetáceo de piedras flamantes como un cohete, dejando un enorme rastro de humo y lava, agua ardiente y helada al tiempo. Se mantiene unos segundos en el aire y luego cae en poderosa picada. El mar le da de nuevo la bienvenida con olas de cientos de metros, baja y baja, la ballena hasta tocar fondo. La música reaparece y todo tiembla, todo, hasta la tierra misma se vuelve líquida y licuada. La música acaba y el público se levanta aplaudiendo y gritando "que se repita, que se repita", pero todos saben que es una sinfonía irrepetible.

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