martes, 25 de junio de 2013

POR FAVOR, NO PIENSE MAL




Por favor, no piense mal, pero tengo miedo. Hace un tiempo leí que las cosas a las que más les tememos, en el subconsciente, las deseamos.
Tengo miedo, de que las veces en que mi mamá se ha demorado en llegar a la casa y yo me he asustado porque le pudo pasar algo, en realidad lo haya deseado.
Tengo miedo de haber deseado que vaya en el carro en plena autopista a unos setenta kilómetros por hora.
De haber deseado que mientras va manejando, le suena el celular y ella contesta con el manos libres. Recibe la llamada del coordinador de disciplina del colegio y ella se alarma un poco, ya que son las nueve de la noche y es una hora inusual para una llamada de esas. Ella pregunta si algo me ha pasado y el coordinador dice que no me ha pasado nada, pero que yo sí he hecho algo. La velocidad aumenta a setenta y cinco kilómetros. ¿Qué pasó?, ¿qué hizo Juan? El coordinador dice que la espera mañana a primera hora, que es grave. Ella le dice entonces, para qué mierda me llama si no me va a decir nada, simplemente me hubiera citado. Ochenta kilómetros. Ella lo dice tan brava que el coordinador accede y le dice que me sorprendieron en el salón de profesores, frente a la profesora de biología Janeth, masturbándome. Noventa y cinco kilómetros. Le dice que la profesora se quedó pasmada, y que yo eyaculé encima de ella y en su cartera. La llamada deja a mi mamá en estado de shock. Ciento veinte kilómetros. Semáforo en rojo. Ella no frena. No piensen mal de mí, pero creo haber deseado que un bus intermunicipal cargado de gente, va a cien kilómetros por hora y el semáforo cambia a verde en el momento justo para no frenar. Arroya el carro de mi mamá haciendo que dé varios giros en el aire, y quede aplastado contra un muro de concreto a varios metros de la vía. La policía, las ambulancias, las luces rojas y azules con chillonas sirenas revientan los tímpanos. Las sierras eléctricas cortando pedazo tras pedazo de metal azul del carro, tratando de abrirse paso hasta la cabina. Metal se mezcla con sangre y hace que la sangre sepa más a metal.
Cuando la fantasía llega a un punto de no retorno, cuando los paramédicos y la policía llegan a la cabina para rescatar el cuerpo, en ese justo momento, mi mamá abre la puerta de la casa y me pregunta: ¿cómo te fue en el colegio?, y yo le digo: Bien. 

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