miércoles, 9 de marzo de 2011

LA CENA



Al oprimir el botón negro y girar la perilla simultáneamente, la chispa eléctrica, que es visible y desaparece en un mismo segundo, se encuentra con el gas, para darle vida a la llama. Inofensiva en apariencia, deja al cocinero controlar su intensidad con  la condición de nunca ser olvidada por sus ojos. Manteniendo éste acuerdo, una sartén cubierta por aceite se posa sobre ella. El verde y rojo del pimentón empiezan a nadar con rodajas blancas de cebolla en el chisporrotean aceite. A diferencia de una pintura, estos colores tienen sabor y olor. Simultáneamente en otra sartén la temperatura de un líquido espeso y marrón aumenta. 
Las leyes aquí son las mismas que en cualquier todo lado, creaciones a partir mezclas, creaciones a partir de destrucciones: dar muerte esas pequeñas individualidades de cada elemento, fusionarlo con otros y dar vida a uno nuevo. 
A la piscina ardiente llegan varios trozos de carne cruda y toda la armonía sonora que se había obtenido hasta ese momento cambia; la carne, por un instante calla todos los sonidos con un gran shhhshshhshhh. Tajadas de varios exchampiñones caen sobre la salsa marrón hasta ahogarse en el fondo de la olla. El fuego y las otras mezclas, que le cambiaron el color a la carne por un lado, ahora se lo cambian al otro.
Varias gotas de aceite saltan de dolor fuera de la sartén, cosa que obliga al cocinero a pasar un trapo alrededor de la estufa constantemente. El olor de las mezclas se hace cada vez más fuerte anunciando que se acerca con inminencia la hora esperada.
El sonido de un celular interrumpe la alquimia culinaria. Un “hola” es seguido de un “no entiendo” y varios “¿porque?”, acompañados de manoteos. 
La tensión que existe entre el creador y su obra aumenta cuando la creación siente que ya no tiene toda la atención inicial y siguiendo las leyes del sentido común, hace lo necesario para llamar su atención.
Aumentan los manoteos, el volumen de las palabras y la distancia de los pasos entre la cocina y el cocinero. La llama ve que su frágil relación con el cocinero se ha roto y cuando no queda nada más por quemar en la sartén, la llama busca que consumir en otro lado.
La atención del cocinero vuelve a la cocina y abandona el celular al ver que el fuego ha consumido rápidamente el trapo de limpieza y ya está trepando por uno de los muros de madera.
Con otro trapo y movimientos desesperados trata de calmar al fuego, pero se da cuenta, que ya no tienen ningún poder. 
Las llamas llegan al techo y se apoderan de territorios fuera de la cocina. El aire empieza a desaparecer y el cocinero abandona el intento de apagarlas e intenta huir, pero el fuego llega antes que él a la puerta y le impide la salida. El cocinero llama por el celular y se escuchan palabras como “se quema” y “asfixiado”. Ahora el fuego es quien cocina y el cocinero es su plato. El color hueso de las paredes empieza a quedar completamente asado, el mini componente de la sala se fusiona con el tapete y las cortinas, convirtiéndose en crema de sala contemporánea, un poco pasada de candela. Salsa de televisor plasma en sabanas de seda. Vigas de cemento y madera al carbón. Después de varios minutos, el olor de las mezclas dice que la hora ha llegado, la cena está lista.